Lo conté en el diario de Kikás, Dakipalla (que está entre mis favoritos más que nada porque durante un buen tiempo, antes de comenzar mi propio diario, escribía yo en Dakipalla casi más que Kikás). Es una historia de cuando yo vivia en Amsterdam y viajaba en metro desde mi casa hasta el trabajo de mi mujer para que ésta amamantara a la niña. Sí la que ahora juega a hockey. Y lo reproduzco sin su permiso (espero que Kikás no se enoje), a continuación.
Comentario al siguiente titular aparecido en la prensa holandesa:
"Un pasajero arroja del tranvía a un adolescente porque tenía la música demasiado alta".
Lo que no dicen es que pasajero era calvo y frustrado. Tampoco que el adolescente era de origen marroquí.
En España se habría titulado "Nuevo acto racista en Madrid", con el subtítulo: "Un cabeza rapada expulsa salvajemente a un inmigrante marroquí del tren porque no le gustaba la música que el joven escuchaba". Eso es libertad de información y lo demás tonterías.
"Un pasajero arroja del tranvía a un adolescente porque tenía la música demasiado alta".
Lo que no dicen es que pasajero era calvo y frustrado. Tampoco que el adolescente era de origen marroquí.
En España se habría titulado "Nuevo acto racista en Madrid", con el subtítulo: "Un cabeza rapada expulsa salvajemente a un inmigrante marroquí del tren porque no le gustaba la música que el joven escuchaba". Eso es libertad de información y lo demás tonterías.
Dicho pasajero se ha convertido, para muchos, en el simbolo de la frustración del holandés medio frente a una juventud cada vez más maleducada. Yo, la verdad, en un día de cojonitis, me imagino haciendo algo así. Lo tendría que haber hecho el día que vi a un adolescente amenazar en el metro a su profesora con clavarle un bolígrafo metálico en el cuello. Pero tenía a mi hija de nueve meses en brazos y no era cuestión de decirle a la señora de enfrente "Sujéteme a la bebé que voy descapullar este vagón". No fuera que mientras yo hacía de Batman se fuese la señora con mi niña por otra puerta (además que me había dejado el traje de kevlar en casa). El resto de pasajeros, o no vió o hizo que no vio o tampoco tenían traje de kevlar.
Al fin y al cabo nadie tiene la obligación de ser un héroe, ¿o sería mejor que sí lo fuéramos, para que no lo tengan que ser nuestros hijos?
Al fin y al cabo nadie tiene la obligación de ser un héroe, ¿o sería mejor que sí lo fuéramos, para que no lo tengan que ser nuestros hijos?
Gracias por lo que me toca, Fuego incendiario, pero esta historia ya tenia copyright. ¿O era publicidad a cuenta del reparto de ingresos?
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