Me he encontrado este pequeño cuento en internet. Como estaba en inglés, lo he traducido a español cambiando los nombres de los protagonistas para españolizarlos un poco.
Un conductor se enciende un cigarrillo mientras conduce por una carretera comarcal de la provincia de Soria. Como se distrae con el cigarrito, se sale de la carretera y cae en un barrizal del que no puede salir. Entonces descubre que el teléfono móvil no tiene batería. En definitiva, que está jodido.
A lo lejos ve venir un lugareño montado en un burro. Le hace señas y cuando Venancio Pérez (que así se llamaba el buen hombre), de setenta y dos años y natural de Covaleda llega a su altura, le pide si puede ayudarle a sacar el coche del barro.
El lugareño hace recular al burro y con una gruesa cuerda que llevaba en las alforjas lo engancha al paragolpes del coche.
- Arre, Lucero, tira fuerte. (El burro mueve una oreja).
- Arre, Bronco, ahora tú también. (El burro se espanta una mosca con el rabo).
- Arre, Platero, tira machote. (El burro ni se estremece).
- Ahora tú, Paquito, tira campeón. Y entonces el burro Paquito tira del coche y lo saca del barro.
- Muchas gracias dice el dueño del coche. Pero permítame que le haga una pregunta: ¿Por qué ha llamado a su burro hasta tres veces por otro nombre?
- Verá, el pobre Paquito es viejo y está ciego. Si hubiera pensado que era el único tirando del coche, jamás lo habría intentado.
Este cuento encontré junto a una interpretación del mismo que hablaba del poder del pensamiento positivo, de creer que nunca estás solo y que cuentas con ayuda de alguien a quien no puedes ver.
A mí me vino una pregunta a la cabeza: ¿quiénes van a ser los burros, ciegos y engañados, que van a sacar a España de la crisis donde está ahora?
Estoy leyendo un tocho de 1104 páginas más 7 páginas de índice de personajes , una obra maestra de la literatura. Lo escribió Vasili Grossman y se llama "Vida y destino". Grossman, nacido en la Rusia Imperial en 1905 y pasado a las filas del comunismo, había sido escritor y periodista, con crónicas de la batalla de Stalingrado. Pero esta visión crítica de la postguerra le valió el castigo al ostracismo del régimen liderado por Nikita Kruschev (ahora se escribe Jrushov, ¡vaya usted a saber el porqué, como Pekín, que ahora es Beijing). Tras morir olvidado en Moscú en 1964, el milagro ocurrió: alguien sacó una copia del manuscrito microfilmada fuera de la URSS, y el libro fue publicado en los años 80, convirtiéndose en un éxito de crítica e intelectual (aunque Steig Larsson vende mucho más...).
ResponderEliminarPues bien, al igual que Paquito aspira a trabajar en grupo, y eso le hace fuerte, en las páginas de "Vida y destino" se narra de forma verdaderamente bella esa magia que hace que uno pase de sentirse fuerte por pensar que alguien te respalda, te sigue, te apoya, a sentirse desvalido, abandonado, solo en el campo de batalla. Os lo dejo, aunque como estoy vago para teclear, lo voy a buscar por el Google y corto-pego, como un alumno aventajado:
La percepción del resultado global de un combate que experimenta un soldado aislado de los otros por el humo, el fuego, el aturdimiento, a menudo resulta más justa que los juicios formulados por los oficiales del Estado Mayor mientras estudian un mapa.
En el momento decisivo de la batalla se produce un cambio asombroso cuando el soldado que toma la ofensiva y cree que está próximo a lograr el objetivo mira alrededor, confuso, sin ver a los compañeros con los que había iniciado la acción, mientras el enemigo, que todo el tiempo le había parecido singular, débil y estúpido, de repente se convierte en plural y, por ello, invencible. En ese momento decisivo de la batalla – claro para aquellos que lo viven; misterioso y inexplicable para los que tratan de adivinarlo y comprenderlo desde fuera – se produce un cambio de percepción: el intrépido e inteligente «nosotros» se transforma en un tímido y frágil «yo», mientras el desventurado adversario, que se percibía como una única presa de caza, se convierte en un compacto, temible y amenazador «ellos».
Mientras rompe la resistencia del enemigo, el soldado, que avanza, percibe todo por separado: la explosión de una granada; las ráfagas de ametralladora; el soldado enemigo allí, tirando a resguardo, que ahora se echa a correr, no puede hacer otra cosa que correr porque está solo, aislado de su cañón, a su vez aislado… de su ametralladora, igualmente aislada, del tirador vecino, igualmente aislado… mientras que yo, yo soy «nosotros» , yo soy toda la enorme infantería que marcha al ataque, yo soy esta artillería que me cubre, yo soy estos tanques que me apoyan, yo soy esta bengala que ilumina nuestro combate común. Pero he aquí que, de repente, yo me quedo solo, y todo aquello que me parecía débil y aislado se funde en un todo terrible de disparos enemigos de fusiles, de ametralladoras, de artillería, y la fuerza que me había ayudado a vencer aquella unidad se desvanece. Mi salvación está en la huida, consiste en esconder la cabeza, poner a cubierto el pecho, la frente, la mandíbula.
Y en la oscuridad de la noche aquellos que se han enfrentado a un ataque repentino y que, al principio, se sentían débiles y aislados comienzan a desmantelar la unidad del enemigo que se ha abatido contra ellos, comienzan a sentir su propia unidad, donde se encierra la fuerza de la victoria.
En la comprensión de esta transición es donde reside lo que a menudo permite hablar de la guerra como un arte.
En esa sensación de unidad y pluralidad, en la alternancia que va de la conciencia de la noción de unidad a la de pluralidad se encuentra no sólo la relación entre los acontecimientos durante los ataques nocturnos de las compañías y de los batallones, sino también el signo de la batalla que libran los ejércitos y pueblos enteros."
Jevy, ¿en tus clases la gente se duerme?
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