Estaba haciendo la mili en Madrid. La novia de guerra de mi abuelo me prestó un apartamento en el centro que no usaba. Gracias a eso pude soliciar el pase pernocta y salir cada noche del cuartel a lo que probablemente debo el hecho de estar aquí contando batallitas. Pero eso es otra historia.
Un día, tras la jornada, decidí salir a dar un paseo por el centro. Cuando regresaba desde Sol a Leganitos (junto a la Plaza de España, donde estaba mi apartamento), iba caminando por el principio de Preciados cuando vi una pelea. Un tipo con mal aspecto se peleaba con el dueño de la confitería que había intentado atracar. No soy corpulento, no más de un metro setenta y cinco, pero entonces estaba en forma gracias a la instrucción y a los dos kilómetros estilo libre que me hacía casi cada día en la piscina del cuartel. No me lo pensé dos veces y le dí un placaje salvaje al tipo de mal aspecto y lo inmovilicé en el suelo. Entonces me dió lastima aquel montón de huesos, pellejo y heroína con forma humana. Le dije que se levantara y se fuera. Se puso en pie y se fue de nuevo a atacar al pastelero. El segundo placaje fue de antología. Ya no se levantó. Se arrastró hasta apoyarse en la pared.
- ¿Estás más tranquilo?
- Sí tio, ya me has convencido.
Un policía municipal a caballo se acercó al ver el follón.
- ¿Qué pasa aquí?. Nada agente, este chico ya se iba.
El pastelero no me dió las gracias, ni siquiera cuando entré en la tienda a comprarme un suizo. Me lo cobró y todo, el muy desagradecido.
Y mira que he escuchado historias tuyas, y esta nunca....
ResponderEliminarNo creo que sea necesario, a estas alturas, impresionar a tu santa. Los mentirosos van al infierno... ;-)
¡que siiii! ¡Que me lo creo aunque no lo haya escuchado nunca!
Pero es que, con placaje incluido, me da más que esta historia es de Ken Going y unos quinceañeros en Aurrerá, jejeje. A los papanatas de Pozuelo les dejaba yo enfrente de Ken, en vez de la Policia, e iban a aprender rapidito ellos y los gilipollas de los papás