Mucho se habla sobre la necesidad de conciliar la vida laboral y la familiar. Incluso de que el aparente incremento de la violencia infantil y juvenil tiene su origen en la imposibilidad de llevar a cabo esta conciliación. Así lo reflejé en una entrada anterior. Ver.
La ley 39/1999, de 5 de noviembre, a pesar de que fue presentada como la panacea tiene, en realidad, un alcance bastante limitado.
Las familias españolas, para conciliar la vida laboral y familiar, necesitan muchas cosas:
1. Necesitan guarderías próximas a los puestos de trabajo, a ser posible gratis o, al menos, a un precio razonable.
2. Necesitan que los colegios organicen actividades extraescolares antes y/o después de las clases o, en su defecto, proporcionen lugares aptos para el estudio y el juego.
3. Necesitan que existan lugares seguros donde sus hijos puedan jugar, a ser posible sin tráfico rodado, bandas de delincuentes, traficantes de droga, prostitutas o cualesquiera otras situaciones que puedan ponerles en peligro o servirles de escándalo.
4. Necesitan que las viviendas tengan un precio razonable, de modo que puedan decidir si será papá o mamá quien tomará un trabajo a tiempo parcial o quien, incluso, dejará de trabajar sin que por ello la hipoteca les agobie.
5. Necesitan tener la flexibilidad para cambiar de residencia si cambian de lugar de trabajo (si se hubiese fomentado el alquiler en lugar de la compra, probablemente este punto y el anterior serían un problema menor). Para ello, también necesitan:
5.1. que haya un porcentaje de plazas siempre disponible en los colegios para los desplazados.
5.2. que todos los pueblos y barrios de las ciudades tengan un nivel aceptable de limpieza, de seguridad y de servicios, de modo que no sea necesario abandonar el centro de las ciudades e irse a vivir a las afueras, evitando así tener que soportar diariamente un atasco de dos horas.
5.3. que todos los colegios del país, con independencia de si son públicos o privados, de si los alumnos son en su mayoría nacionales o extranjeros, acomodados o menesterosos, tengan un mínimo nivel de calidad y de seguridad.
6. Necesitan que la buena educación y el respeto sean la norma y no la excepción. En particular, necesitan que el derecho al descanso sea respetado.
7. Necesitan que los dineros públicos, procedentes de sus impuestos, se empleen en mejorar su nivel de vida y no se pierdan por el camino entre pitos, flautas y mangantes.
Que duda cabe que las familias españolas necesitan todas estas cosas (y alguna más que no se me ocurre ahora) para poder conciliar la vida laboral y familiar. Reconozco que la labor es titánica y que para acometerla haría falta otra clase política, y quizá, incluso, ciudadanos más responsables y más libres.
Pero mientras que se acometen esas reformas imprescindibles para hacer la vida de los españoles más llevadera, hay algo que se podría hacer inmediatamente y que conciliaría la vida laboral y familiar más que ninguna otra cosa: horarios de trabajo y de vida sostenibles.
Levantarse a las seis y media; dejar a los niños en la escuela entre las siete y media y las ocho de la mañana; empezar a trabajar entre las ocho y las ocho y media. Pausa de media hora a las doce (no dos horas), lo justo para despachar un bocadillo a las tripas y a las cuatro o cuatro y media a casa, que estará a no más de media hora del trabajo; de cinco a siete se juega con los niños y se supervisan los deberes y el progreso educativo de los mismos. A las siete se cena. A las siete y media se lleva a los niños a la cama con tiempo para leerles un cuento si son pequeños o que puedan escuchar música, o leer por su cuenta si ya son mozos. Y a las ocho, estando los niños ya dormidos, los papás ven el telediario, el programa de debates, la película del prime time, o leen un libro o charlan de cómo ha ido el día y de sus proyectos de futuro. Y a las diez se van a la cama, con tiempo, si se tercia, para hacer el amor, que eso, junto con la conversación anterior, concilia la vida familiar de puta madre, después de lo cual, ya bien conciliados, podrán conciliar (valga la redundancia) un sueño reparador, en noche plácida y silenciosa. Y al día siguiente, habiendo dormido ocho horas, se comerán el mundo.
Dejémonos de leyes de conciliación de la vida laboral y familiar. Es mejor un horario decente y buenas costumbres, como los de ese mundo civilizado al que queremos pertenecer sin pagar el precio, y no hablo de dinero, que cuesta la civilización.
Te lo dije en alguna ocasión, escribir despues de haber fumado esas cosas tan graciosas que se estilan en Flandes tiene estas consecuencias, que tú no pares de reirte, y que los demás, al leerte tampoco.
ResponderEliminar¿Tú eras de La Mancha, no? ¡Ah, si! Tierra de buen vino. En exceso tampoco es aconsejable
Algún día te cuento la historia de mi antiguo jefe, ese que llega a las 11, se toca los cojones hasta las 4, viene de comer a las 6 y, eso sí, despues se va a las 11 de la noche. Y el que no se queda hasta esa hora se sirve de la empresa, no sirve a ella.
Si es que me metes los deditos en la boca y pasa lo que pasa...
Vale, me lo apunto para la lista: las familias españolas necesitan una clase empresarial nueva.
ResponderEliminarY también necesitan menos sarcasmo y creer que otra forma de vivir no sólo es posible sino probablemente mejor. De hecho basta con cruzar los Pirineos para darse cuenta.
Pues parece que los que pasan los Pirineos se quieren quedar... Aquí está metido en las células madre eso de los horarios inhumanos. La propia Junta de Castilla y León puso como norma que en las guarderías los niños no pudieran hacer jornadas mayores que las de sus padres. A veces hasta hay padres que dejan a los hijos en madrugadores a las 7,30, se van a trabajar, que llegan a las 8, como no llegan a las dos a buscarles, les dejan en el comedor; como trabajan por la tarde, dejan a los hijos en las extraescolares del colegio, y luego tienen a alguien que les lleva a inglés. Ellos han descansado (comer, una siestita...) y los niños llevan casi 12 horas en un mundo que, aunque a veces lúdico, acaban por pensar que es una cárcel: están más tiempo allí que en su casa. La culpa es en parte de los horarios inhumanos de aquí, de los empresarios que nos toca aguantar, y también de la gente que se ha acostumbrado a que les cuiden a sus hijos. Alguno hasta aprovecha a meter a sus hijos en tres o cuatro extraescolares para poder ir ellos a jugar al squash o al pádel tenis.
ResponderEliminarEs muy claro cómo nuestra mentalidad es otra: hace poco un familiar político, residente en Barcelona, se quejaba de que quería hacer una videoconferencia con varios países, y que no podía porque en Alemania no les venía bien hacerla a las 6 de la tarde. El alemán le decía: "es que yo salgo a las 5 de trabajar". Mi familiar decía: "pero es que hay que ser flexible". A lo que el alemán contestaba: "Ya, pero es que yo salgo a las 5 de trabajar, no a las 6". Ganó el alemán. Eso en españa se hubiera solucionado: "mira, empezamos contigo a las 5, te vas, seguimos sin ti, acabamos a las 8 y seguimos la reunión con unos vinos y una cena y lo discutimos todo hasta que nos den el último Gin tonic". Semos así
Otra para la lista: las familias necesitan padres responsables y que quieran estar con sus hijos.
ResponderEliminarY es raro lo que dices de tu familiar que trabaja en Cataluña después de las seis. Porque los catalanes son casi europeos: "plegan a las cinc, nen".
Fuego apagado, que te dije que no fumases....
ResponderEliminar¿A las 5 dices? Sí, en la Generalitat
Estoy muy de acuerdo en el punto 4, aunque lo desarrollaría más. Se puede vivir con un sueldo, yo doy fe de ello. Eso sí, ni tenemos coche nuevo cada 2 años, ni teles de plasma, ni vacaciones en hotel ni salimos por ahí todos los fines de semana (ni todos ni casi que ninguno, vamos) ni nada de eso. A cambio, mis hijos tienen vacaciones reales, no hay que hacer cábalas de con quien encajarlos ni nada parecido.
ResponderEliminarEn los horarios... estoy de acuerdo en que habría que cambiar muchas costumbres... pero si me voy a levantar a las 6 y acostar a las 10 casi que me borro. Yo uso la estrategia contraria: El día que duermo 6 horas soy el rey del mambo. Pero en mi empresa creo que se hace lo correcto. Tenemos que echar 40 horas semanales. El que llega a las 7 se irá antes y el que llegue a las 9 y media después. Y si hoy tengo que llevar al niño al taller o el coche al pediatra, pues me voy una hora antes y mañana o entre mañana y pasado la recupero. Así sí que puedes ajustar mejor las necesidades.
Pero todo esto se arreglará cuando la niña de la lotería primitiva saque por fin las bolitas de mis números y a partir de ahí me importe un pito la hora a la que el resto de la raza humana empiece a trabajar. :o)
Casualmente, Kikás, he trabajado para varias empresas con sede social (y servicios centrales) en Barcelona. A partir de las cinco ya no contestaban al teléfono, y nunca recibí un e-mail de ellos más allá de las seis de la tarde, con la excepción del retén 24 horas para los sistemas informáticos, claro.
ResponderEliminarEstá bien, Gonzalo, eso de trabajar en una empresa que te permite modificar tu horario (supongo que dentro de un orden) en función de tus necesidades. Y entiendo que viviendo en la ciudad que vives, que a partir de abril se empieza a animar a partir de las nueve de la noche porque hasta esa hora no andan por la calle ni los buitres de la caló que hace (he vivido en Córdoba cuatro años) no te quieras ir a la cama a las diez. Pero no todos los meses son feria, ¿o sí?.
Por cierto, me acabas de recordar que mañana toca cambiar el aceite a las gemelas. Suerte con la primitiva.
Jevy y Kikás ponen el dedo en la llaga. Una buena parte de los infernales horarios tiene que ver con las malas costumbres. Recuerdo que en uno de mis primeros trabajos, aún viviendo en casa de mis padres, cuando volvía a casa a una hora normal mi abuela me preguntaba si me habían despedido. El jefe que llega a las tantas y luego llama "maricón" (como le pasaba a mi cuñado) al que se marche a su hora o pone una reunión de asistencia obligatoria (como si existieran las voluntarias) a las seis de la tarde (no tiene horas el día) es una especie bastante común. ¿Y qué me dices de las reuniones que se alargan y continúan en el pub y hay que quedarse a aguantar los chistes del cliente para que el jefe esté contento?. De esas he tenido yo unas pocas y Kikás, cientos.
Por el contrario, en muchos países en el Centro y Norte de Europa, una reunión de tres a cuatro dura una hora y está mal visto hacer horas extraordinarias, pues da la impresión de que eres incapaz de hacer tu trabajo en el tiempo prescrito. El primero que da ejemplo es el jefe, que llega temprano y se marcha a su hora. En cualquier caso, si hay que alargar la jornada de forma extraordinaria (no como costumbre) se hace siempre que hay una buena razón, y siempre y cuando tengas un puesto de responsabilidad o una función especializada y, por ello, ganes una pasta. Que la secretaria de departamento, el administrativo comercial y el guardia de seguridad fichan a las 7 horas justas, y el obrero industrial experimenta el efecto Doppler con la sirena de la fábrica de lo deprisa que sale cuando la oye.
Y ahora me voy a la cama porque si no, me voy a dejar mal a mí mismo.
Uf... si yo hablara de las horas extras... cuánto granuja vive de ellas y cuánto daño son capaces de hacer a una empresa...
ResponderEliminarMillones de euros tirados a la basura porque el personal se tocaba los huevos en sus horas y apretaban por las tardes para sacarse un sueldo doble... Nombres y apellidos podría dar yo a manojitos...
En cuanto a lo de mi empresa y la posibilidad de modificar el horario, evidentemente es dentro de un orden. Ese privilegio nos lo hemos ganado por una sencilla razón: Igual que si un día tienes que irte antes te vas, si un día nos dan las tantas porque algo tiene que estar terminado, jamás hemos puesto una pega. En ocasiones -puntuales, eso sí- me he pasado dos semanas echando 12 horas o más al día. Pero prefiero, en lugar de cobrarlas, irme antes durante varios días o semanas cuando hay menos carga de trabajo. En agosto, con los jefes y los clientes de vacaciones, hay días que dejas todo listo en 4 horas. Hay jefes que piensan que tengo que quedarme otras 3 ó 4 mirando la pantalla para ser productivo. Yo prefiero irme a mi casa y el día que haya tirón fuerte, aguantar 12 sin rechistar.
ResponderEliminarEso es infinitamente más productivo, y por tanto beneficioso para la empresa, que calentar sillas porque sí, que es la cultura empresarial reinante en España.
Sí Gonzalo, y si ya te pagan por tu trabajo en lugar de por tu tiempo eres casi un empresario dentro de una empresa que se convierte en tu cliente. Entonces la relación será de igual a igual, no parternalista-filial, lo que redundará en beneficio de las dos partes.
ResponderEliminarEste es un paso que tienen que dar los trabajadores españoles si queremos que España abandone el furgón de cola en lo que a la productividad se refiere.
Diria muchas cosas, fuego intenso, pero sabes que esta maniana he tenido una reunion muy importante, e incluso a mi hay veces que se me acaban las ideas geniales
ResponderEliminarQue te sigo leyendo, companiero (Para los no iniciados, viajo bastante y no en todos los sitios hay enies)
Me hace gracia que, a pesar de estar en el Reino Unido, suenas como si estuvieras en Consuegra (Toledo), donde la eñe se pronuncia como "ni".
ResponderEliminarAllí matrimonio rima con "danio", con "monio", con "enganio" y con "conio". Y nuesto país se pronuncia con "s líquida, p rotunda y enie despistada".
A ver si maniana, o en los días venideros, me das noticias halagüenias, de esa reunión que has tenido en la Pérfida Albión.
Saludos, companiero y vete a Trafalgar Square a gritar: Gibraltar espaniol.
Aprovecha, que Londres está baratísimo. Estuve este verano y quedé alucinado: ¡Por primera vez Inglaterra me parecía barata! Si desembarca aquí Tesco con esos precios y esa variedad de producto, aquí Carrefour, Lidl, Mercadona y Eroski duran 4 días.
ResponderEliminarPor cierto, con lo barato que está Londres: ¿Y si le compras un bolso a tu seniora?
Son viajes de ida y vuelta, querido amigo.
ResponderEliminarMe sirvió para cambiar una libra que tenía en monedas de uno y dos peniques en una casa de cambio. La pava alucinó. Recordé cuando con 13 años, la primera vez que fui a Inglaterra, despues de estar todo el mes viendo como los propietarios british de un Mc Donalds nos puteaban a los Spaniards, les pagamos la última hamburguesa en monedas de medio penique creando una bonita cola.
Dulce venganza, pero lo pasta era buena