Es de dominio público que el ser víctima o testigo de la violencia hace más probable un futuro en el que exista la violencia. Los medios de comunicación (periódicos, revistas, televisión, internet y también las películas y los videojuegos) nos convierten en testigos de numerosos actos violentos de los que no conoceríamos si no fuera por estos medios. ¿Pero hasta que punto estos hechos violentos (en ocasiones irreales o simulados) pueden tener influencia en nuestros hijos?
Para la mente aún no formada y carente de referencias y de experiencia de los niños (y también para algunos adultos, que lo son por su edad cronológica pero no por la mental) no hay gran diferencia entre un hecho real y uno simulado. Estudios de comportamiento muestran que para el cerebro no existe ninguna diferencia entre la realización de un hecho y su visualización: las zonas del cerebro que se estimulan son exactamente las mismas. Por eso, para el cerebro, no hay ninguna diferencia entre ser testigo de un hecho real, ver ese mismo hecho en un programa de televisión o jugar a que lo haces en un videojuego. Por ejemplo, alguien que ve en un película o en la television una pelea de boxeo o de karate no puede quedarse impasible. Inmediatamente siente la necesidad de realizar movimiento rápidos y agresivos.
La visualización contínua de violencia en los medios de comunicación de masas tiene tres consecuencias que son tan peligrosas como la violencia porque son deformaciones grotescas de la realidad de la violencia:
- La banalización de la violencia.
- La idealización de la violencia y la sensación de inmunidad.
- El síndrome del "mundo malvado".
1. La banalización de la violencia.
Si un niño ve violencia en los medios, es posible que piense que la violencia es algo normal, incluso aunque viva en un entorno en el que la violencia no existe.
2. La idealización de la violencia y la sensación de inmunidad.
Los medios de comunicación de masas idealizan con frecuencia la violencia. Los actos violentos son mostrados con frecuencia como muestras de valor. En el caso de los videojuegos es aún peor: la mayoría tienen un contenido muy violento y normalmente la destrucción violenta del contrario es condición "sine qua non" para pasar al siguiente nivel.
Además es normal ver en los medios actos violentos que no tienen ninguna consecuencia para el agresor. La observación de comportamientos violentos que no son castigados, pueden llevar a los niños a imitar estos comportamientos violentos.
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