Vivía por aquel entonces en la capital de Al-Andalus y ya estaba mi mujer en Bruselas. Volví a casa para comer y descolgué el teléfono para escuchar los mensajes del contestador.
- "El contestador de Telefónica le informa de que tiene un mensaje".
- "Oxí....oxí....genoooooo".
Era la voz entrecortada y fatigosa de un anciano. Supuse que se había equivocado y no le dí mayor importancia. Una semana después escuché en mi contestador el siguiente mensaje:
- "Cabroneeeeees, mandar oxígenooooo, que me.....ahogo".
Me descojoné de risa, pero después, pensando que la cosa podría ser seria, y un tribunal me podría condenar por negación de auxilio o alguna cosa parecida, pulsé la opción "saber el número desde el que se ha dejado el mensaje" o algo así. Y llamé a ese número.
- "Dígame"
- "Buenas tardes, tengo un mensaje en el contestador en el que ustedes piden oxígeno".
La retahila de insultos, blasfemias, amenazas y gritos que tuve que escuchar no la voy a repetir aquí por decencia pero la persona (animal o cosa) que me hablaba, me acusaba entre otras lindezas de ser un asesino que intentaba matar a su padre negándole el oxígeno.
- "Oiga", le dije, "pero usted sabe con quién está hablando".
- "¿Encima se me va a poner chulo?
- "No, es que yo no tengo nada que ver con la distribución de oxígeno. Su padre se ha confundido de teléfono y ha llamado a un domicilio particular.
Esperaba yo que se disculpase pero me dijo:
- "¿Y no lo podía haber dicho usted antes?, que mi padre se está ahogando".
- "¿Sabe? Yo creo que se va a ir usted a la mierda", contesté y colgué el teléfono.
No volví a saber del anciano ni del cacho de carne con ojos de su hijo, pero en algún lugar de la provincia de Córdoba, aún habrá alguien que dirá que soy un tipo maleducado e insensible al dolor ajeno.
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En mi nueva casa de Bélgica, recibí una llamada preguntando por un tal Sr. Kabemba. Aparentemente el señor Kabemba se había olvidado de devolver unos libros en la biblioteca pública de Wezembeek-Oppem. No sería la última vez, porque la funcionaria se olvidó de borrar el registro y otra compañera repitió la llamada.
Poco después, recibí una llamada ofreciéndome un análisis gratuito del grado de aislamiento de mi vivienda. Dije que me parecía muy bien, dado que era gratis y entonces me dijo:
- "Pues bien, entonces vamos a comprobar sus datos Sr. Kabemba?.
- "Oiga, que yo no soy Kabemba. Mi nombre es Fuego Negro"
- "Muy bien, Sr. Negro, podría darme su dirección"
Le dí mi dirección y me dijo: "Ah, pero no vive usted en Wezembeek-Oppem, Sr. Negro?"
- "No, como ya le he dicho, vivo en otro municipio"
- "Pues entonces no podemos ofrecerle el análisis gratuito"
Esta llamada se repitió OCHO veces. A la octava, aparentemente, eliminaron mis datos pues no he vuelto a saber nada.
Algunos días después recibí otra llamada, de una mujer que preguntaba por Kabemba. Recibí después muchas otras llamadas, de mujeres hablando en francés con acento africano, durante más de un año. Pacientemente les expliqué a cada una de las atribuladas mujeres que preguntaban por Kabemba que era posible que el señor Kabemba, al cambiar de teléfono, se hubiese olvidado de avisarles, lo cual, a alguna de ellas, llenó de inmenso pesar y hasta alguna dejó escapar un suspiro.
También llamó algún hombre, preguntando por Kabemba, esta vez no amoroso sino agresivo. Del mismo modo aseguré a mi interlocutor, que Kabemba ya no tenía este teléfono.
Hace ya un año que no preguntan por Kabemba. Todavía espero un día descolgar el teléfono y escuchar la voz profunda del señor Kabemba: "Buenas noches, soy Kabemba, ¿ha preguntado alguien por mí?
P.D.: Hoy me acordé de Kabemba y me entró la curiosidad por saber quien sería este Kabemba. En la red Sonico encontré
esto. Desde luego, si es él, es para llamarle desesperadamente.