domingo, 4 de octubre de 2009

80. Entender y prevenir la violencia infantil. Alimentación y violencia.


Está sobradamente demostrado que la alimentación influye en el comportamiento de los niños. La comida que damos a nuestros hijos contiene con frecuencia demasiado azúcar refinado. Un exceso de azúcar refinado se asocia a los siguientes trastornos: depresión, problemas emocionales, problemas de comportamiento, cambios de humor, hiperactividad, dificultad para concentrarse, insomnio, fatiga y adicción al alcohol, a la cafeína y a las drogas. No es difícil ver que estos transtornos psicoemocionales pueden llevar a ser agresor o víctima de la violencia.
Hay muchos padres que utilizan ciertos alimentos (sobre todo los dulces y los "chuches") como premio. Parece increíble, pero en el último cumpleaños de C.M. llevé a quince niñas a cenar a un restaurante y después al teatro. Pues bien, muchas niñas se quejaron a sus padres porque no habían golosinas. Es más, parece que no se entiende una fiesta infantil si no hay suficientes golosinas para enfermar a un gigante. Algunos padres lo hacen inconscientemente: el rico postre es un premio por comer la sopa (que no está tan rica). Si hacen algo bien hecho, como recoger su habitación, hacer los deberes o simplemente ser simpáticos con la abuela, esperan recibir una golosina o te montan un numerito. Y los padres se rinden y dan el caramelo a cambio de tener un poco de paz en la familia. Al fin y al cabo, por un caramelito no va a pasar nada ¿no?. Sin embargo, de esa manera se crea una adicción al azucar que puede llevar a los transtornos antes indicados que, a su vez, pueden crear una situación propicia a la violencia.
Otro problema serio lo constituyen los aditivos alimentarios. Sí esos que se nombran con la letra E seguida de varios números: conservantes, colorantes, aromatizantes, espesantes y demás. Tomemos como ejemplo los aromatizantes aspartamo (E951) y glutamato monosódico (E621). Ambos pueden incluirse dentro del nombre genérico de "excitotoxinas" porque imitan y trastornan la producción de neurotransmisores y causan una neurotoxicidad crónica que puede dar lugar a pequeños daños cerebrales, que no tendrían la mayor importancia para nuestro estudio si no fuera porque pueden producir transtornos en el comportamiento que pueden llevar a episodios de violencia como el que describiré en el próximo capítulo de la serie Entender y prevenir la violencia infantil: Vacunas.
Fuente: "Excitotoxinas: The taste that kills" por Russel L. Blaylock, M.D.


12 comentarios:

  1. Por leer cosas como esta, en la Edad Media, te llevaban ante la Inquisición.
    Deja esos pensamientos o en Navidades se va a tomar un cochinillo o un cordero contigo "Rita the singer"
    Y luego decimos que los niños nos salen zangolotinos. Restaurante macrobiótico y teatro de arte y ensayo. A tu hija le van a tomar una manía en el cole que no sé qué va a ser peor, si el azucar refinado, o el padre atontado que tiene....

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  2. Y parece que tú me habrías llevado, de tener el poder para ello. ¿O me habrías librado de la hoguera y enviado al exilio en atención a nuestra amistad?

    A tí de lo que no te libra nadie es de pagar el próximo cochinillo, eso que lo sepas. Que atontado y todo, tengo buena memoria.

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  3. ¿Amistad? tío, me recuerdas una vez en "El Manolo" de Moncloa, con mi entonces novia, que sin que mediase palabra, se quedó acojonada cuando, en mitad de la barra comencé a gritar
    "¿Novios, Novios? ¡¡¡Aquí quedas un día con una tía y ya te quiere casar!!!" ante el descojono del respetable y el bochorno de ella.
    Y me perdonó, y se casó conmigo
    A las tias no hay quien las entienda
    Por cierto, el cochinillo, glaseado, a ver si hay cojones o me vuelvo a librar por incomparecencia del contrario

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  4. Fuego almibarado: ni tanto ni tan calvo (con perdón). Hay que procurar racionar las raciones de azúcar a los niños, más que nada por esas cosas de la caries y las facturas del dentista, pero siempre los niños hemos tenido una cierta tendencia al dulce y no hemos salido (en general) seguidores de Charles Manson y Aleister Crowley. Como mucho, con tanto azúcar, lo que estamos creando es una sociedad de obesos y con diabetes más tempranas.
    Lo que cuentas me recuerda a lo que nos decía un día una profesora de la Universidad de León. Ella había ido un año a EE.UU. con su marido y sus hijos. El hijo pequeño tuvo problemas en la escuela. La tutora llamó a los padres. Tenían que dopar a su hijo (en EE.UU. es muy habitual) con un fármaco que ríete tú del Valium. Para el Colegio, su hijo era un peligroso hiperactivo desquiciado. Su pecado: como buen español, tocaba a los demás niños (o sea, entraba en contacto con ellos, cosa que allí es pecado), se abrazaba a ellos si marcaban un gol, hablaba más alto que los demás... Para evitar tener que llevarse al niño a un frenopático ahíto de tranquilizantes, tuvieron que prometer que el niño iba a tomar pocos dulces y ningún alimento con colorante rojo, un peligrosísimo aditivo (procedente de la cochinilla, el ácido carmínico) que te tomas un yogur con sabor a fresa y te vuelves el Reverendo Jim acabando con fieles del templo del Sol en Guayana.
    Si es que estos americanos creo que leen las mismas fuentes que Fuego Asustadizo...

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  5. En todo hay un orden. También en el consumo de dulces. Evidentemente, consumidos en cantidades moderadas, causan poco daño. Que una cosa es tener la "tendencia al dulce que tienen todos los niños", en palabras de Jevy y otra consumir seis latas de líquido gaseoso dulzón de color oscuro, bajo en calorías (o sea con aspartamo en lugar de azúcar), más tres bollos de crema, más una lata de medio kilo de supuesto helado de fresa bajo en calorías (que no se hace con leche sino con leche en polvo, grasa vegetal homogeneizada, sucrosa (azúcar refinada de remolacha o caña) y media docena de productos identificados con la letra E, uno de los cuales, contrariamente a lo que dice el Jevy no será el ácido carmínico sino cualquiera de sus sustitutivos sintéticos, por ejemplo, la azorrubina (E122), el Amaranto (E123), el Ponceau 4R (E124), la eritrosina (E127), el Rojo 2G (E128) y el Rojo Allura AC (E129), todos ellos colorantes artificiales, más baratos que el ácido carmínico, todos ellos comprobados aceleradores de la hiperactividad en los niños, todos ellos provocan la liberación de histamina (aumentan, por lo tanto, las reacciones alérgicas) y algunos son carcinógenos (provocan cáncer) por lo que han sido retirados en los Estados Unidos (no en la Unión Europea).

    La diferencia entre nuestro consumo de dulces y el consumo de dulces de la generación de nuestros hijos se debe a dos factores: el primero es la cantidad: mi hija vuelve de cada cumpleaños con una bolsa de doscientos gramos de plásticos de colores supuestamente comestibles, que suelen acabar en la basura, ya que, como sabéis bien soy un padre desaprensivo y torturador. Si voy con mi hija a la heladería del barrio, lo que no ocurre muy a menudo, me quedo loco de lo que algunos niños se despachan a las tripas. El segundo es que nuestros dulces aún contenían un buen porcentaje de productos naturales. Los dulces de ahora son, como decía "La Polla Records", "mierda concentrada, vitaminada y con proteínas que es la comida del futuro". Si los niños no son violentos, por efecto de los productos químicos presentes en la comida, deberían serlo como protesta por la mierda que les ponemos en la boca.

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  6. Y lo que nos comíamos con Osesa, ¿cómo no nos convirtió en asesinos en serie? El visque aquél de cangrejos, cuyos habitantes venían de una anterior paella y algún otro plato... Aquellos filetes transgénicos (irrompibles, flexibles como el caucho...), aquella leche que no te dejaba ni bigote blanco... Decididamente, seguro que estamos trastornados desde entonces.

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  7. Bueno, a tí no te pasó nada porque duraste poco entre sus manos, pero yo, por ejemplo, perdí el pelo y ya no lo he vuelto a recuperar.

    Yo creo que hubieron dos factores que impidieron que nos convirtiéramos en asesinos en serie:

    1. La dieta restrictiva. Como no había quien se lo comiera, comíamos poco. Así que si tenían aditivos, nunca se produjo una acumulación suficiente para trastornarnos. Además, la restricción alimentaria tiene otra ventaja: se ha demostrado en ratas de laboratorio que una dieta restrictiva alarga la vida. La prueba de ello es que no hay ningún centenario gordo. En relación a la restricción alimentaria forzosa que sufríamos en el Cisneros escribió el Tenientín una copla en rima disonante (que no rimaba ni ná) y que decía así:

    "La comida del Mayor
    más que comida es alfalfa
    si no pillas una colitis
    es por lo poco que comes".

    2. Antonio Mourelos: Antonio que en gloria esté, nos servía unos pinchos de tortilla y unos bocadillos de lomo con tomate riquísimos y como los comíamos tan deprisa no hacían falta conservantes ni ná.

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  8. Haceis análisis sin ateneros a principios básicos de la evolución humana.
    Parece que esto del reciclaje, un bien por todos apreciado, lo acaba de inventar Zapatero.
    Pues no, ya en aquellos momentos, nosotros éramos unos usuarios avanzados de la cultura del reciclaje. Allí no se tiraba nada.
    ¿Qué me decís de aquella sopa "Informe Semanal" del domingo por la noche? Podias hacer un estudio de todo lo que había sobrado desde el lunes a la hora de la comida.
    Siempre fuimos unos adelantados a nuestro tiempo

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  9. ¿Y aquel conejo transgénico que por cada muslito tenía tres hígados y cuatro cabezas?
    Mi visión es otra (sesgada, ya que sólo estuve dos años): al aterrizar a la comida de OSESA, pensaba de algún colegial que repetía plato: "¿cómo será capaz de repetir tal bazofia?". A los tres meses, yo repetía los platos que mínimamente cumplían los límites de la Convención de Ginebra sobre maltrato a prisioneros. Eso sí, la tortilla de Mourelos siempre logró solventar más de un día de hambre feroz...

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  10. Recuerdo un viaje a Tenerife con mi entonces novia (Espero que esto no lo lea mi suegra. Nunca nos lo perdonaría)
    En la ensalada había una araña king size. Yo la aparté y tranquilamente seguí comiendo ante el espanto y estupor de ella, la araña no, mi novia.
    Le tuve que explicar que despues de llenar la panza en el Colegio, cualquier cosa era buena, y una araña, podía hasta dar sabor.
    Nunca me entendió, y sigue sin hacerlo

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  11. No si al final va a resultar que he hecho mal en deshacerme de los lepismas. Aparte de que son unos estupendos recicladores de papel (unas vacaciones se metieron en mi buzón de correos y se comieron una factura de teléfonos), seguro que si junto un par de kilos me sale un polvillo plateado que se puede utilizar para hace dibujos imitando a plata en, pongamos por caso, pasteles de boda.

    Desde luego, es que no tengo iniciativa.

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