lunes, 12 de octubre de 2009

83. Pensamientos de un aprendiz de masajista.

Otra vez lo mismo. Igual que un escritor delante de un papel en blanco al comienzo de una nueva novela: el cliente está encima de la mesa de masaje, cubierto con una sábana...y no sé por donde empezar. 


"¿Quizá por los pies? No, mejor prestar primero atención a su respiración...Tendría que organizar un esquema básico, para que no me pase esto. Porque, ¿y si ocurre esto durante el examen?. Bah, tranquilo, tengo tiempo y estoy preparado, símplemente tengo que practicar más. Pero, ¿con quién? Quizá me tendría que comprar una muñeca hinchable en un sexshop y rellenarla de arena o algo así...Ya, y si me pilla una vecina o la mujer de la limpieza...menuda fama....¡Que pensamientos más raros!... A ver, ¿donde estaba  yo? Ah, sí, prestar atención a la respiración, poner las manos donde hay movimiento y acompañar...Vale.


Sacudir las caderas, si, aún más fuerte, no, esto es demasiado. Tengo que procurar, por encima de todo, no incomodarla, ¿o quizás un poco no estaría mal?. Al fin  y al cabo es un masaje terapeútico no uno de esos de relajación que te dan en los balnearios


Mira que tengo poco sitio aquí. No encuentro ninguna postura cómoda, "natural". En realidad no se yo que significa esto de la postura natural para rebalancing. Me pasa tantas veces que me duele la espalda después de dar un masaje


Me he vuelto a olvidar de meditar antes de hacer el masaje. Esto es lo primero que tengo que hacer. Y mear, coño, que me estoy meando. 


Vaya, creo que he apretado demasiado y ella ha hecho una mueca de dolor. Me he asustado y la he soltado de repente. Eso no puede ser. Tengo que aprender a aguantar un poco. ¿Incluso aunque haga daño? Sí, creo que sí. "Que no es un masaje relajante", dice siempre la profesora. Espero que lo he entendido bien. 


- “Esto es un ocho, esto es un cinco, esto es un siete, esto hace daño, NUEVE, NUEVE, eso no es nada, como si no estuvieras haciendo nada". 


Nos hemos puesto de acuerdo en que nos comunicaríamos con una escala de dolor del cero hasta el diez, siendo diez un dolor absolutamente insoportable, como para apearse de la mesa, vamos). Ya llevo dos nueves y esto desafortunadamente, no es como en la escuela.


Y yo me cago en diez y en todos los demás números. Que me parece una montaña rusa de cifras. Y me dice que tengo que controlar la presión. Yo creo que no controlo nada. Yo creo que tengo miedo de hacerle daño. 


Entonces pienso en mis pensamientos. Demasiados pensamientos negativos. Con esos pensamientos no puedo ser masajista...mejor saberlo ahora, ¿no?.

- "Haces los movimientos demasiado deprisa. Y eso hace daño. Mucho más que si presionas demasiado. ¿Es tan difícil de entender, Fuego?


No, pero me estoy meando, y cada vez es más difícil controlar al mismo tiempo mis brazos y mi vejiga. ¿Mis brazos? Si, ya lo estoy haciendo otra vez. Utilizar mis músculos en lugar del peso de mi cuerpo. No me extraña que luego me duela el alma después de dar un masaje. 

El masaje ha terminado y mi cliente (una compañera) está contenta y relajada. Lo que no está claro es si está contenta porque el masaje ha sido bueno o porque, por fín, ha terminado.


- ¿Que te ha parecido el masaje?, le pregunto.
- Fenomenal, has estado muy bien, creo que vas a ser un buen masajista.


Y entonces, ¿por qué carajo se quejará tanto? Supongo que quiere decir que si sigo practicando con ella, acabaré siendo un buen masajista. Si un día consigo hacerle un masaje y que no se queje de nada, será señal de que estoy listo para la profesión. 


Vale, que va cada vez mejor, cada vez un poco mejor. Pero no bastante deprisa. Tengo que practicar más, tengo que practicar más.

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