Existe un sentimiento general de que hay un claro ascenso en la sociedad occidental en el número de casos de violencia en el que niños y adolescentes están implicados bien como víctimas, bien como agresores. Esta violencia toma diversas formas: violencia contra las cosas (vandalismo), violencia contra las personas (acoso, chantaje, agresión y homicidio), violencia grupal (bandas), violencia sexual (violación, abuso sexual) y violencia familiar (infanticidio, abusos, palizas).
Millones de niños crecen con el sentimiento de que están solos, de que nadie les quiere ni les apoya y de que el mundo es un lugar peligroso. Millones de niños carecen del calor y el amor de una familia que les proteja de este contínuo conflicto. Millones de niños crecen con traumas como consecuencia de la violencia y sus efectos sobre la sociedad.
Y ante esto ¿qué puedo hacer yo?
Entender la violencia infantil.
Los agresores y sus víctimas tienen algo en común. Los dos tienen miedo. La diferencia entre ellos es cómo reaccionan ante el miedo. Las víctimas tienen miedo de sufrir la violencia y reaccionan con introspección y viendo un agresor en todas partes. Los agresores también tienen miedo de sufrir violencia pero reaccionan usando la violencia contra otros para que el miedo que el mundo tiene de ellos sea mayor que el miedo que ellos tienen del mundo. De ese modo los agresores y las víctimas se buscan de forma inconsciente (especialmente en el caso de las víctimas, los agresores son conscientemente proactivos). La conclusión obvia parece que las víctimas son corresponsables de la violencia que sufren. Esta parece una afirmación políticamente incorrecta pero se ha demostrado científicamente que aquello en lo que más piensas es lo que atraes a tu vida. Esto se llama la “Ley de la Atracción”. Esta ley hace que la atemorizada víctima encuentre a su atemorizado agresor en una especie de cita macabra. La otra cara de la moneda es, afortunadamente, que si alguien puede detener y prevenir la violencia, son, precisamente, las víctimas.
Y la pregunta es ¿que puedo hacer yo para prevenir que mis hijas sufran violencia?
Matricularlas en karate, y que todo el mundo lo sepa.
ResponderEliminarYa lo dijo Voltaire...si quieres la paz, prepara la guerra
¿Y si les acosan sus compañeros de tatami? ¿Les enseño mi colección de armas? ¿Hasta donde hay que llegar?
ResponderEliminarBruselas esta cerca de tu casa. Que se echen de novio a los hijos del Presidente de la OTAN. Con eso deberia de ser suficiente, creo yo. Y si no, a los acosadores les llevas de la oreja a LY y les enseñas el pilon....seguro que se cagan
ResponderEliminarEn esto hay dos versiones, la germánica y la anglosajona. El lema de la Deutsche Waffen und Munitionsfabriken (Alemana de Armas y Municiones) era "Si vis pacem, Parabellum 9 mm". Esa empresa fabricaba las famosas Lugger y su munición Parabellum de 9mm que tanto han utilizado algunos pacifistas en el País Vasco.
ResponderEliminarLos anglosajones, sin embargo, hablaban de "peacemaker" para referirse al revólver Colt Single Action de calibre 45 del ejército americano fabricado por Colt's Fire Arms Manufacturing Company de Hartford, Connecticut. que sirvió para pacificar el oeste. De hecho, los indios, una vez atravesados por una de las balas que salían del Peacemaker se volvían pacíficos, pero pacíficos de verdad.
Pero no es a esa violencia a la que me refiero, sino a la que lleva a un grupo de seis chicos a violar a una compañera de juegos o la que llevó a que un grupo de jóvenes dominicanos abandonaran ayer a un supuesto amigo a las puertas de un hospital de Madrid con un tiro en la cabeza.
Lo de dejar que a mis hijas las defienda la OTAN, bueno, no se que opinarán en la antigua Yugoslavia y en Afganistán al respecto. Yo creo que "OTAN, de entrada NO".
Mejor sería lo que hizo mi suegro. En la penumbra del jardín del hotel, el día antes de casarme con su hija, me dijo que si no la hacía feliz (convencido como estaba de que iba a morir pronto) regresaría del otro mundo para darme mi merecido. Eso si que acojona, oye.