Y el jefe, poco acostumbrado a que le digan lo que hace mal, se siente sorprendido pero agradecido. Porque hasta ahora ningún subordinado se había atrevido a decirle a la cara lo que piensa sobre su actitud y sobre su trabajo. Y agradece, sobre todo, que lo saquen a un lugar desde donde puede ver si está subiendo a toda velocidad por el árbol correcto o por el equivocado. O incluso si éste es el bosque en el que tienen que trepar.
Y después hablan sobre sus familias, y de política, y de educación. Y se da cuenta de que lo pensaba que es prepotencia, es inseguridad y de que lo que todo el mundo piensa que es frialdad, es timidez congénita.
Y mi amigo se va a casa con el profundo convencimiento de que su jefe....es un ser humano.
Si es que los jefes, como los políticos, son como personitas. También sangran si les pinchan y lloran si sienten dolor. Pero a mí, lo que más me interesa de esta conversación es el día de después, cuando, después de las copas, uno vuelve a ser el jefe y el otro el subordinado.
ResponderEliminar¿Esto fue el miércoles? Pues el lunes ya tenemos uno más en el INEM, con un 70% de probabilidades. El 70% de los jefes no soporta que se le diga la verdad. O más del 70%. Quieren lealtad inquebrantable, genuflexión y peloteo. Y al subordinado que se le ocurra ser sincero, calle.
ResponderEliminarTu amigo tiene suerte de tener una persona como jefe. Hay muchos jefes que creen que su cargo les imposibilita para poder tratar de tú a tú a sus empleados y que su cargo le acompaña desde que se levanta hasta que se acuesta.
ResponderEliminarNi te lo creas...al día siguiente el mismo hijoputa
ResponderEliminarEl Jevy sabe bien de lo que habla. Cuando un alumno se le pone estupendo fuera de clase, al dia siguiente...puteo. Si lo sabré yo.
Eso sí, si es alumna esta historia puede tener final feliz...o no