martes, 9 de marzo de 2010

168. Héroes grandes (y también chicos).

(La imagen es la del edificio de bomberos de Overijse (Bélgica), donde ocurrieron los hechos que han inspirado esta historia.
 
Volviendo de llevar a mis mellizas a la guardería veo un grupo de cuatro vehículos de la policía en la carretera de Bruselas. Me quedo mirando, aprovechando que el tráfico está atascado, como siempre a esa hora. De repente, un estruendo de sirenas y dos camiones de bomberos me adelantan a gran velocidad. Al llegar a la altura del lugar donde estan los vehículos, veo que se trata de la tienda de bricolaje donde habitualmente me proveo de materiales para mis chapuzas. Y entonces lo veo: un hombre se apea del camión rojo, y en menos tiempo de lo que cuesta contarlo, se coloca una máscara antigás, se encaja un casco en la cabeza y agarrando la manguera que un compañero ha probado previamente se mete a la carrera en una nave a oscuras, cubierta de humo y llena de pinturas, maderas, disolventes, pegamentos, lejías, y toda clase de substancias tóxicas.

Con dos cojones.

Yo no sé lo que gana este hombre, pero una cosa es segura: que tiene el valor por profesión y que se merece hasta el último euro de su nómina.

En el periódico leo que el incendio,ha tenido poca consecuencia debido a que uno de los empleados, con un extintor, ha impedido que las llamas se propaguen al falso techo, y ha mantenido el fuego a raya hasta que  han llegado los bomberos (afortunadamente el cuartel de bomberos está muy cerca).

Este hombre, en cuya cara se leía aún el susto que había pasado, estaba a la puerta, vestido con el uniforme de la empresa. Él, y sus otros compañeros, son la razón por la que acudo a esta tienda en lugar de a otras. Porque es amable y profesional. En su trabajo, hace lo que tiene que hacer y aunque no tiene el valor como profesión, ha demostrado que es valiente cuando es necesario.

Unos grandes, otros chicos, pero héroes todos.

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