El día treinta organizamos mi esposa y yo una fiesta para los colegas de ella. Tenía toda la pinta de que iba a ser un muermo. Ocho ejecutivos de la banca explicando por qué los miles de millones de euros que se han destinado a controlar el riesgo de crédito y el riesgo de mercado de los bancos no ha servido para prevenir la crisis financiera. Entretanto, sus parejas, mirando al techo o asintiendo con la cabeza sin entender nada.
Me encargué de preparar música. Revisé lo que teníamos en casa y lo completé con un par de álbumes bajados de I-tunes. Conecté el I-pod a un dock Base que suena bastante bien. Música de estilos variados (no hubo rap, no lo encontré y mi mujer no me dejó poner punk) y en varios idiomas (francés, inglés, español, holandés, alemán) para que hubiera para todos.
Compré siete botellas de vino tinto riojano y cinco de blanco chileno más dos cajas de cerveza belga (de esa que fermentan dos veces y sale con 9 grados de alcohol), y un par de botellas de zumo de naranja y de manzana en atención a la diversidad cultural y las normas de la circulación. No compré refrescos de cola porque los desagües de mi casa han sido desatascados recientemente y para las tuercas atascadas uso vinagre (no se me ocurre otra cosa para la que pueda necesitarse un refresco de cola). Mi mujer encargó la comida a un traiteur. Su compañera N también traería algo. Parece ser que le había dicho que su madre (de origen marroquí), cocinaba muy bien. Mi mujer, en broma, le dijo: "pues nada, a ver si tu madre nos puede preparar algo". N. se lo tomó en serio y prometió que su madre prepararía algo de comida que N. traería a las cinco de la tarde (la fiesta era a las seis, que en Europa las fiestas se hacen a hora decente) con la comida de su madre. Alguna cosita de nada, dijo.
Dos de los invitados (y sus parejas) llamaron para excusarse (no se qué de la suegra, excusa socorrida donde las haya), por lo que nos habíamos quedado con once invitados (incluidos los anfitriones).
A las seis menos cuarto de la tarde, con los invitados a punto de llegar, no teníamos noticia alguna de N. Le pregunté a mi mujer si había que empezar a cortar chorizo y queso (otra cosa no había en casa). Me dijo que no, que N. nunca falla.
A las seis y cinco llegó N. y con N. llegaron también:
- Dos tortillas de patatas con cebolla.
- Dos fuentes de pollo asado con aceitunas (36 patas de pollo, no conté las aceitunas pero eran muchas).
- Tres cajas de pan en cuadraditos.
- Dos recipientes de medio litro de "tapenade" de dos tipos distintos.
- Dos bandejas de pastelitos típicos de Marruecos.
(pidió perdón por no haber traído menta fresca para hacer té para acompañar los pastelitos. Imperdonable).
Vamos, comida para una sección (cada una de las tres partes en que se divide una compañia de infantería, mandada por un teniente o alférez, para quien no haya hecho el servicio militar), aunque no llegabamos ni a pelotón (cada una de las partes en que se divide una sección de infantería, mandada por un sargento, o un cabo).
Y después llegó otro de sus colegas, cuyo padre es importador para Bélgica de vino argentino, con cinco botellas de tinto (este va a pasar de colega a amigo echando leches). Otro trajo una botella de champán francés. Y así cada uno hizo una aportación para el relanzamiento de mi bodega. La única que no trajo vino fue N., pero se lo perdono.
Pero la espera por N. no sería la única situación tensa de la tarde. El primer escollo que habríamos de salvar fue elegir en que idioma hablaríamos. ¿Cómo organizar la conversación en una fiesta de modo que todos puedan hablar cuando hay una persona que sólo habla neerlandés, otra que sólo habla francés y dos que hablan francés e inglés. Pues nada mejor que tener un buen grupo de flamencos bien de provincias: que hablan francés, neerlandés, inglés y algunos chapurrean el alemán e incluso el español. Sólo hay un pequeño problema: que los flamencos dicen eso de: "si hay que hablar en francés se habla, pero hablar por hablar, no". Y que conste que no lo hacen con mala intención. Es que casi ninguno venía del Vlaamse Rand por lo que no son bilingües y al cabo de un rato de hablar en gabacho, se cansan. Se formaron dos grupos, uno con los neerlandófonos, hablando todos en neerlandés y otro (minoritario) con los francófonos, hablando en francés.
Y en la reunión se lamentó lo dura que ha sido esta crisis con el sector bancario del Benelux : Fortis (intervenido, despiezado en Fortis België y Fortis Nederland, la primera pieza vendia a la Banca Nacional de París y la segunda nacionalizada por los Países Bajos), Abn Amro (nacionalizado por los Países Bajos), KBC (rescatado por Bélgica), Dexia (rescatado por Bélgica y Francia), DSB Bank (en quiebra y después intervenido por el Banco Central de los Países Bajos, después de un bankrun provocado por las declaraciones irresponsables de un grupo de impositores en un programa de televisión)...Y se habló de lo dificil que se pusieron las cosas alrededor de las navidades pasadas para la gente de la banca y cómo esa crisis financiera se ha trasladado a la economía real. Y se habló de como el dinero inyectado a la banca lo ha destinado ésta a tapar sus verguënzas, en lugar de a dar préstamos, por lo que la crisis económica no se ha atemperado. Y de cómo la parte del dinero que sí ha salido al mercado se ha empleado en comprar chollos en bolsa, por lo que se ha producido una nueva burbuja bursátil que acabará por estallar, previsiblemente en 2010.
Eso sí, como dice mi cuñado andaluz: "a los males sin remedio, litro y medio" (de cualquier bebida alcohólica, se entiende), y después de la tercera botella de crianza de la Rioja, no sólo nos habíamos olvidado de la crisis sino que, además, nos habíamos vuelto todos trilingües. Y empezamos a hablar de cosas normales, de los niños, de los colegios y de la educación, de Mega Mindi y los enanos Plop, de K3, de cómo, a pesar de provenir de distintos países teníamos recuerdos comunes porque la oferta televisiva era limitada (Heidi, Marco, Mazinger Z, Bonanza, Pipi Calzaslargas...) y que eso ahora, con treinta canales, el internet y los videojuegos es imposible. Como personas normales, oye. Yo que pensaba que los ejecutivos de la banca eran seres mezquinos, de otro mundo.
La minoría francófona se marchó pronto (seis hijos tiran mucho) y allí nos quedamos los neerlandófonos con el té verde (a alguien, no me gusta señalarme, se le había olvidado comprar café) y los pastelitos marroquíes. En la cocina parecía que había habido un bombardeo y sobraba comida (sin tocar) como para hacer otra fiesta. Milagrosamente, todo quedó recogido antes de ir a dormir. Es la ventaja de empezar la fiesta a las seis de la tarde y no a las once de la noche, como es costumbre, con demasiada frecuencia, en España. (Os he dicho ya que me estoy euroamariconando).
Una velada agradable, donde sólo faltó que nos animásemos a bailar. Supongo que la próxima vez habrá que reservar habitación en el hotel de enfrente para que no tenga que volver todo el mundo a casa. Hará falta el doble de vino, claro.
De momento, hemos quedado para hacer una barbacoa en el jardín, para cuando haga mejor tiempo, con todos los niños (entre tres y seis por pareja, que parecemos todos del PNV que diría Kikás) y una sección de los antidisturbios.
¿Y la comida que sobró?...Bueno, eso queda para otra entrada, que con esta me he pasado tres pueblos.