Vamos a comenzar por definir a qué llamamos productividad. Según yo lo entiendo, no es la productividad, como mucha gente piensa la relación entre el número de horas que un trabajador está en el trabajo y el número de horas que realmente está haciendo algo relacionado con la actividad por la que le pagan. La productividad de los trabajadores de una empresa se mide por la relación entre las ventas de la empresa y el número de trabajadores.
Para poder entender lo injusto que pueden ser las comparaciones de productividad de dos trabajadores o de los trabajadores de dos empresas o de los trabajadores de dos países, pongo el ejemplo de dos Pymes que facturan, las dos, 1.000.000 de euros.
Una consiste en un consultor de Rotterdam que emplea a una secretaria. La otra es una academia de inglés de Madrid con dieciocho profesores, un jefe de estudios y una administrativa que además atiende la recepción.
La administrativa de la consultoría atiende el teléfono (un par de llamadas al día), emite un par de facturas al mes, mantiene su mesa en orden y fuera de eso, lee novelas, se pinta las uñas, mira internet, chatea con las amigas y dice buenos dias al consultor los pocos días que para en su despacho con vistas al Maas. Su productividad como trabajador de esta empresa, medida en volumen de facturación por trabajador, es de €500.000/trabajador.
La administrativa de la academia de inglés de Madrid trabaja en un viejo y destartalado edificio del barrio de Sol, escucha y ayuda con la mejor de sus sonrisas a un mínimo de doscientas cincuenta personas diarias que se creen Dios porque pagan ochenta euros al mes, atiende casi cien llamadas diarias, lleva la facturación y la caja, asigna las clases, hace función de secretaria del jefe de estudios, se encarga de que los cuartos de baño tengan papel y las plantas agua y una cantidad innumerable de pequeñas funciones que volverían loco a cualquiera que no tuviera la cabeza tan bien amueblada como ella. Su productividad, como trabajador de esta empresa, medida en volumen de facturación por trabajador es de €50.000/trabajador.
Y ahora, si tienes huevos, vas y le dices que su productividad, a cambio de 1200 euros brutos al mes, es muy baja con respecto a la secretaria de Rotterdam.
He elegido un caso extremo para ilustrar mi posición pero espero que así se entienda mejor. Al igual que la productividad de los trabajadores de una empresa depende de la actividad a que se dedique, de si dicha actividad es intensiva en trabajo o en capital y del valor añadido de los bienes y servicios que dicha empresa produce y no solo de la disposición a trabajar y la honradez de esos trabajadores, la productividad de los trabajadores de un país depende mucho de los sectores predominantes en la estructura económica de dicho país. Estados Unidos, por ejemplo, se ha especializado en determinados sectores que tienen un elevadísimo valor añadido (como el financiero que es el 40% de la economía del país) y ha mandado fuera la producción de bienes y servicios intensivos en mano de obra. España, por el contrario, se ha especializado en sectores intensivos en mano de obra (como el turismo y la construcción).
La administrativa de la academia no puede incrementar mucho su productividad, así le ates una escoba a la cintura para que vaya barriendo mientras hace el resto de su trabajo. No es justo que se quiera cargar exclusivamente sobre ella la responsabilidad de su baja productividad como no es justo que se insista tan machaconamente en la baja productividad de los trabajadores españoles respecto de sus colegas de otras latitudes.
Para poder entender lo injusto que pueden ser las comparaciones de productividad de dos trabajadores o de los trabajadores de dos empresas o de los trabajadores de dos países, pongo el ejemplo de dos Pymes que facturan, las dos, 1.000.000 de euros.
Una consiste en un consultor de Rotterdam que emplea a una secretaria. La otra es una academia de inglés de Madrid con dieciocho profesores, un jefe de estudios y una administrativa que además atiende la recepción.
La administrativa de la consultoría atiende el teléfono (un par de llamadas al día), emite un par de facturas al mes, mantiene su mesa en orden y fuera de eso, lee novelas, se pinta las uñas, mira internet, chatea con las amigas y dice buenos dias al consultor los pocos días que para en su despacho con vistas al Maas. Su productividad como trabajador de esta empresa, medida en volumen de facturación por trabajador, es de €500.000/trabajador.
La administrativa de la academia de inglés de Madrid trabaja en un viejo y destartalado edificio del barrio de Sol, escucha y ayuda con la mejor de sus sonrisas a un mínimo de doscientas cincuenta personas diarias que se creen Dios porque pagan ochenta euros al mes, atiende casi cien llamadas diarias, lleva la facturación y la caja, asigna las clases, hace función de secretaria del jefe de estudios, se encarga de que los cuartos de baño tengan papel y las plantas agua y una cantidad innumerable de pequeñas funciones que volverían loco a cualquiera que no tuviera la cabeza tan bien amueblada como ella. Su productividad, como trabajador de esta empresa, medida en volumen de facturación por trabajador es de €50.000/trabajador.
Y ahora, si tienes huevos, vas y le dices que su productividad, a cambio de 1200 euros brutos al mes, es muy baja con respecto a la secretaria de Rotterdam.
He elegido un caso extremo para ilustrar mi posición pero espero que así se entienda mejor. Al igual que la productividad de los trabajadores de una empresa depende de la actividad a que se dedique, de si dicha actividad es intensiva en trabajo o en capital y del valor añadido de los bienes y servicios que dicha empresa produce y no solo de la disposición a trabajar y la honradez de esos trabajadores, la productividad de los trabajadores de un país depende mucho de los sectores predominantes en la estructura económica de dicho país. Estados Unidos, por ejemplo, se ha especializado en determinados sectores que tienen un elevadísimo valor añadido (como el financiero que es el 40% de la economía del país) y ha mandado fuera la producción de bienes y servicios intensivos en mano de obra. España, por el contrario, se ha especializado en sectores intensivos en mano de obra (como el turismo y la construcción).
La administrativa de la academia no puede incrementar mucho su productividad, así le ates una escoba a la cintura para que vaya barriendo mientras hace el resto de su trabajo. No es justo que se quiera cargar exclusivamente sobre ella la responsabilidad de su baja productividad como no es justo que se insista tan machaconamente en la baja productividad de los trabajadores españoles respecto de sus colegas de otras latitudes.
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