Llevaba un par de semana mi hija C.M. con un pie que le molestaba al caminar. Lo hablé con su madre y decidimos que la mejor opción era llevar a la niña a Nourredin Amjadi, Doctor en Osteopatía y una de las personas más capaces que conozco (excepción hecha de Van Beest en Scheveningen, quiropráctico, ya retirado), a la hora de corregir disfunciones esqueletales (o sea, de poner huesos y músculos en su sitio). Su indiscutible talento y su experiencia de quince años, se rematan, a modo de guinda sobre un pastel, con hombría de bien, amabilidad, humildad y paciencia.
El Dr.Amjadi dice que la Osteopatía es la Medicina por excelencia (interesante, y por ahí dicen que la Osteopatía no es Medicina). Yo, que he puesto en sus manos a S. cuando tenía dos meses de edad (tenía el cuello desviado desde el parto y ningún Licenciado en Alopatía había propuesto más solución que proporcionar calmantes y "esperar que el problema se corregirá por sí solo"), estoy por dar la razón a quienes dicen que la Osteopatía no es Medicina pues los resultados que el Dr. Amjadi obtiene están más cerca del milagro que de la ciencia. El Dr. Amjadi dice que "si mil veces muriera y volviera a nacer, mil veces volvería a ser osteópata". Esta afirmación me dejó sin habla. ¿A cuántas personas conozco yo que amen tanto su profesión y su vida que estarían dispuestas a repetirla mil veces? Creo que las puedo contar con los dedos de la nariz.
Después de que el Dr. Amjadi corrigió el esguince de C.M. con una manipulación de aproximadamente media hora (en la que aprovechó para revisar su columna vertebral y las articulaciones de la cadera y de los hombros) le pregunté si no tendría un hueco para mí pues llevaba varias semanas con molestias en el lado izquierdo, a la altura de la cadera.
- Venga pues la semana que viene, tengo un hueco el día....
A la semana siguiente llegué a la consulta, cinco minutos tarde, con mis tres hijas. La canguro, que es de fiar, vaya. ¡Qué juventud!, que diría mi padre.
Me desnudé y me tendí en la camilla sobre la espalda. Empezó a manipularme (que no se entienda mal la expresión) y todo fue muy bien hasta que, en un momento determinado me puso de lado, metió una mano por debajo de la axila hasta la espalda y tirando del brazo, me giró la parte superior del cuerpo hacia el lado contrario de la parte inferior. Y así, en aquella postura de lucha grecorromana, casi sin poder respirar, empezó a darme golpes con la cadera (los músculos de la cadera son los más fuertes, por lo que los que trabajan el cuerpo se sirven de ellos para las grandes manipulaciones). A mí me dió por reír.
- "No se lo tome a mal, doctor, es que no me he visto nunca en una situación así".
Él sonrió y amablemente me contestó: "Bueno, es que no es una postura para todos los días".
Al salir, me encontré con el siguiente cliente, una mujer, a quien acompañaba su marido.
- "¿Quiere usted pasar también?", preguntó el osteópata.
- "No, prefiero quedarme en la sala de espera".
- "Pues no sabe lo que se pierde", dije para mis adentros.
Las niñas salieron a la calle y C.M. me preguntó: ¿Papá, que te ha hecho el osteópata?
- ¿Queréis un helado?
Maldito consumismo...
ResponderEliminarUn helado...
¡Y luego querrás que no se tuerzan cuando lleguen a la adolescencia!
Pero el resultado cuál fue?
ResponderEliminarEspero que después de esa "paliza" te dejase nuevo.
Me recuerdas a una partida de enredo pero en el que sólo el osteópata decide en qué "color" te pones.
Un abrazo
@Kikas. A veces el consumismo es muy socorrido. Sobre todo para no tener que dar muchas explicaciones.
ResponderEliminarSi no que se lo pregunten a quienes mandan. Sustituye el helado por un cierto grado de bienestar y la gente deja de hacer preguntas.
@Javier
ResponderEliminarHombre, nuevo, lo que se dice nuevo no me dejó. Más bien Kilómetro cero. Me hizo falta una segunda sesión.
Por cierto, que me pidió disculpas por no poder "arreglarme" en una sola sesión.