Mis mellizas aprenden a controlar sus esfínteres como antes aprendieron a andar y antes a gatear: bajo la atenta mirada de sus padres que no hacen otra cosa que disfrutar de sus logros y alentarles después de cada fracaso con la absoluta seguridad de que, al final, todo irá bien.
En la educación, esta mirada es fundamental. Una canguro puede vigilarles, un maestro puede enseñarles, un animador puede entretenerles pero mirar a los niños con esa mirada que les dice "tengo la absoluta confianza de que, por muy difícil que parezca, por muchas veces que fracases y por muy dura que parezca cada caída, lo vas a conseguir" es una de las pocas cosas que solamente un padre o una madre puede hacer.
Mantener esa mirada es fácil cuando aprenden a andar, cuando montan por primera vez en bicicleta, cuando hacen pis en su orinal por primera vez...pero mantenere esa mirada de absoluta confianza hasta que alcanzan su edad adulta y aún después, especialmente cuando llega la adolescencia y parece, de repente, que te has vuelto gilipollas (o se han vuelto gilipollas ellos) y no entiendes nada, es muy difícil.
Sin embargo, es precisamente en ese momento cuando esa mirada es más importante. Cuando has dejado de ser Supermán y tus hijos buscan nuevas referencias, hay que seguir mirándoles igual, celebrando sus éxitos y animándoles en sus caídas. Cuando tu hija invita al chico que le gusta a su cumpleaños y delante de sus narices se besa con su mejor amiga. Cuando el instituto parece un supermercado de drogas. Cuando suspenden hasta la Formación para la Ciudadanía. Cuando alguien les ignora, o les chantajea, o les insulta o les intenta forzar a hacer lo que no quieren hacer...
Y enseñarles a mirarse a sí mismos como tú les miras: con la completa seguridad de que, por muy duro que sea el camino, lo van a conseguir. Para cuando tú estés lejos, o para cuando tú faltes. Para que, cuando sólo cuenten consigo mismos, también sientan esa mirada que les dice: confía, lo vas a conseguir.
No hay obligación más importante que mantener esa...mirada.
Con mi agradecimiento a Neil Fiore.
lunes, 12 de abril de 2010
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Plas, plas, plas.
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