lunes, 18 de junio de 2012

246. Amores que no matan, pero casi.

Llevaba unas semanas preocupado por asuntos que no vienen al caso. Mis hijas, que lo notan de inmediato por mucho que procure disimularlo, para alegrarme un poco, tomaron una costumbre interesante:

Como vivo en un país al que el Capitan Alatriste de las novelas de Pérez Reverte se refirió como "ese infierno húmedo", cada mañana mi coche amanece, como poco, cubierto con una capa de rocío. En el rocío, mis hijas dibujan un corazón lo que siempre me arranca una sonrisa.

Pero como llevaba varios días más serio que de costumbre, la peque, que es la más sensible de todas, decidió que había que hacer algo más contundente para que, de una vez por todas y de forma permanente, papá estuviera más alegre. Asi que agarró una piedra del jardín y arañó un corazón en cada una de las puertas. Con un par..

Desde entonces no dejo de sonreír delante de mis hijas así se suba la prima a un arbol del Retiro.

(Es que no me atrevo).

2 comentarios:

  1. Tio, generalmente me rio contigo
    Ahora bien, hoy he soltado una carcajada
    Criaturitas...
    JAJAJAJA

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  2. La pequeña es que es muy especial. Me dejó prácticamente sordo de bebé. Tenía un llanto tan potente que llegué a cambiarle el pañal con unos cascos de seguridad puestos. Es muy inteligente, tiene curiosidad por todo y un deseo enorme de aprender y experimentar cosas nuevas. Es una verdadera atleta y junto con su hermana melliza (que es más bruta que un arado romano) son como Zipi y Zape con faldas.

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