sábado, 20 de marzo de 2010

173. Obediencia debida.

En 1962 Stanley Millgram conmocionó al mundo con su experimento sociológico sobre la obediencia. El experimento intentaba abrir una ventana para comprender cómo era posible que personas ordinarias, no malvados sin escrúpulos, hubieran podido permitir e incluso colaborar conscientemente en la eliminación sistemática millones de judíos y gitanos en los campos de exterminio nazi durante la II Guerra Mundial. Para ello estableció un experimento que implicaba a dos personas, una era el "profesor" y la otra el "alumno". Para hacerse una idea de en qué consistía el experimento, a continuación muestro un corto que es una representación, realizada por actores, del mismo:



Un corto sobre el experimento real (en inglés) puede verse aquí. Yo ví el video completo del experimento en mi clase de Psicología. En el experimento original, el "maestro" podía oír al alumno pero no podía verlo.

Varios expertos psicólogos fueron preguntados, antes de realizar el experimento, sobre su opinión de si habrían muchos "maestros" que llegarían hasta los cuatrocientos cincuenta voltios. Todos los expertos vaticinaron que sólo unos pocos pasarían de los ciento cincuenta voltios, y que sólo el "sádico" de turno llegaría hasta los trescientos.  En realidad, dos tercios de los "maestros" llegaron hasta los cuatrocientos cincuenta voltios (una descarga potencialmente mortal), después de no obtener respuesta alguna de sus "alumnos" a partir de los trescientos voltios. Por lo tanto, dos tercios de los participantes en el experimento, actuando contra su conciencia, creyeron haber torturardo y posíblemente matado a una persona inocente que no les había hecho absolutamente nada, a pesar de lo cual, siguieron hasta el final, sencillamente porque una persona investida de una autoridad que estimaron suficiente (un hombre vestido con una bata blanca), se lo ordenó y dijo asumir plena responsabilidad de las consecuencias.

Le preguntaron a Millgram cuántos de los que se negaron a continuar con el experimento se levantaron sin permiso del director del mismo y fueron a ver como se encontraba el "alumno". La respuesta hiela la sangre en las venas: "Ninguno".

La obediencia a la autoridad hace que las sociedades funcionen, pero ¿dónde están los límites a la obediencia debida?. El experimento muestra que, probablemente, para dos tercios de los seres humanos, dicho límite no existe.

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