Luisa y Juan se conocieron en Madrid, en una reunión de antiguos alumnos del IESE, se enamoraron perdidamente y se casaron. Ambos tenían éxito profesional, disfrutaban de buenos ingresos y la vida les sonreía. Juan, sevillano de Utrera, tenía una empresa en Sevilla y Luisa, natural de Girona, trabajaba en Londres. Para poder verse, alquilaron un apartamentito en Madrid en la plaza de Manuel Becerra, 14, atico B. Cada lunes Juan volaba a Londres y Luisa se iba con el tren a Sevilla, y los dos volvían a Madrid el viernes por la noche para pasar el fin de semana juntos. La primavera de 2001, con el mejor tiempo que se recuerda en Madrid, tomando vino en la terraza para después dormir en una colchoneta hinchable bajo la atenta mirada de las estrellas, les pareció el mismo paraíso.
Y entonces Luisa se quedó embarazada.
Luisa y Juan decidieron entonces que era mejor que Luisa no viajase tanto y que se quedase en Londres. A los siete meses de embarazo, volvieron a Sevilla (en tren, haciendo escala en París y Madrid). A Juan le hacía ilusión que su hija naciera en Sevilla y a Luisa le hacía gracia la idea. En diciembre de 2001, nacío una niña a la que llamaron Estrella, pues "bajo las estrellas la fabricamos", se decían entre risas.
Y entonces vino la discusión sobre quien iba a renunciar a su carrera profesional para ocuparse de la niña. Y decidieron que como la vida en Londres es muy cara y la empresa de Juan iba viento en popa, sería mejor que Luisa se quedara en Sevilla y ya encontraría algo allí.
Siete años después, la empresa de Juan capeaba con dificultad la crisis económica. Luisa no había vuelto trabajar desde el nacimiento de Estrella. Se pasaba el día quejándose de que dejar su carrera en Citibank había sido "la estupidez más grande del mundo". Juan la trataba con desprecio y solía volver tarde a casa, a veces oliendo a alcohol. Una noche que volvió tarde, Luisa le montó un escándalo. Juan le dijo que se callara. "¿Que me calle, me cago en tus muertos?"
Y entonces ocurrió.
Juan le dió una bofetada a Juana. Aturdida, se levantó y salió corriendo a la calle. Paseó sin rumbo fijo, hablando en voz alta consigo misma. Tras una hora de aspavientos salpicados con juramentos, decidió volver a casa, ¿a donde iba a ir si no?. Eso sí, se prometió que sería la última vez que Juan le pondría la mano encima. Al llegar a casa, Juan estaba en el salón, viendo la tele. Sin decir nada, se fue a la cocina y se preparó un bocadillo, pues el paseo le había abierto el apetito. Juan fue a la cocina:
- ¿Donde coño has estado?
- ¿Por ahí?
Juan estaba calentito.
- Oye, tú no me contestas así.
- Vete a la mierda, dijo
Entonces Juan le dio una colleja. Luisa agarró el cuchillo de la carne y volviéndose le atravesó el pecho a Juan.
Los dos se miraron con cara de sorpresa. Entonces Luisa reaccionó y le asestó tres puñaladas más que Juan aguantó de pie. A la quinta , cayó al suelo, en un charco de sangre. Moriría pocos minutos después. Luisa se duchó, se cambió de ropa, despertó y vistió a los niños y los llevó a casa de una amiga. Una hora después, se presentó en la Comisaría de Policía del distrito de Nervión, para entregarse.
Ahora llamen Luis a Luisa y Juana a Juan y díganme si la historia les hace sentir lo mismo.
martes, 4 de mayo de 2010
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