miércoles, 15 de mayo de 2013

281. Adolescentes, ciegos e infantes de marina.

Hoy es uno de esos días en los que soy testigo de acontecimientos interesantes. Me suele pasar cuando camino, voy en bicicleta o utilizo el transporte público. La menor velocidad, en los dos primeros casos, y que no conduzco yo, en el tercero, hacen que pueda prestar atención a lo que me rodea.

Y mira que el mundo es interesante.

A primera hora de la mañana, el carril bici de la carretera de Dribergen está lleno de adolescentes que se dirigen al Instituto Revius y que caminan o circulan en bicicleta en manadas, ocupando todo el ancho del carril, en lugar de solo la parte que corresponde a su dirección.  Solo se apartan cuando se encuentran con los chicos de van Gaal (ver siguiente párrafo), por la cuenta que les tiene. Y como no hay aceras, por el carril bici caminan también los peatones. Y hay peatones normales y hay peatones... especiales.

A las ocho y cuarto de la mañana, sale del cuartel Van Braam Houckgeest de Infantería de Marina, el sargento de instrucción Jan van Gaal (me acabo de inventar el nombre) con su pelotón de comandos de la Unidad de Intervención de Infantería de Marina. Sus soldados, rondando el metro noventa, todos rubios o pelirrojos con la cara enrojecida, salvo uno que es negro, van a trote ligero, cargados con su mochila y su subfusil. Uno se retrasa un poco, parece que cojea. No lo esperan. Al fin y al cabo están en Doorn, no en Afganistán.

Al edificio de Bartimeus, el equivalente holandés de nuestra Organización Nacional de Ciegos, acuden cada día decenas de ciegos (si alguien alguna vez se ha preguntado si no es demasiado que se reserven cuatro asientos en cada autobús para personas minusvaloradas, tenía que haber estado conmigo esta mañana cuando se subieron dieciséis ciegos en una sola parada). Los ciegos también caminan por el carril bici, así que está muy concurrido.

Esta mañana, Sarah Cornelissen (el nombre es supuesto), ciega de nacimiento, caminaba por el carril bici. Es un poco miedosa y nerviosa, por lo que agita el bastón con mucho entusiasmo en todas direcciones. Poco antes de llegar al Instituto Revius se ha cruzado con un rebaño de adolescentes en bicicleta que, en lugar de apartarse para hacerle paso, han seguido su camino y dirección, pasando muy cerca de ella. Entonces la señora se ha asustado, ha empezado a mover el baston en todas direcciones y ha descabalgado de su bicicleta a dos de los muchachos que, por suerte, han caído en la hierba, tras lo cual, ha seguido su camino sin decir ni pío. Algún "ciega estúpida" se ha oído, a lo que no he podido evitar responder con un "ella no puede ver, tú sí. Así que tú tienes que ver por tí y por ella".

Algunos cientos de metros más adelante, se encuentra Sarah con el pelotón de van Gaal. Y Sarah sigue azotando el aire como un aprendiz de espadachín. Y viendo aproximarse a los marines a paso ligero, me quedo observando la escena, preguntándome qué va a pasar.  Y pasa... lo que tenía que pasar. Se oye la recia voz del sargento van Gaal que masculla  unas órdenes para mí ininteligibles (pero evidentemente no para sus soldados)  y el pelotón se divide rápidamente en dos columnas separadas por todo el ancho del carril bici, entre las cuales pasa Sarah sin que haya que lamentar desgracias personales.

De lo cual deduzco que está claro que los soldados holandeses han sido entrenados para prever y evitar el peligro y los adolescentes holandeses no.

Pero todavía hay más. Poco antes de llegar a la escuela de mis hijas, me encuento a un ciego que me pregunta donde está el semáforo para cruzar. Se había despistado y se había pasado casi quinientos metros. ¿Cómo podía estar tan lejos de su camino? Al caminar a su lado hallé la respuesta. ¿Cómo se puede caminar tan deprisa por un camino desconocido y completamente a oscuras? Me ha llevado el medio quilómetro con la lengua fuera.

Y de vuelta a casa, ya más tranquilo, me pongo a pensar lo que tiene que ser una vida en la más completa oscuridad y no puedo evitar sentir admiración por los hombres y mujeres que son capaces de vivir así.

P.D.:

Si alguna vez es necesario presentar argumentos para el uso de la bicicleta, para el respeto a los minusvalorados o para la reinstauración del servicio militar obligatorio, autorizo a que se utilice esta historia.

4 comentarios:

  1. De lo del ejercito holandes previendo y evitando el peligro hay algún ejemplo didáctico, aunque no muy edificante.....

    ResponderEliminar
  2. Cierto. Y son muy conscientes. De hecho, el lamentable episodio de Srebenica forma parte del currículo de Historia de la educación obligatoria. Pero me pregunto qué se esperaba que hicieran cuatrocientos soldados (de los cuales cien había sido tomados como rehenes por los serbios) sin apoyo aéreo (a pesar de que el teniente coronel Karremans lo había pedido en numerosas ocasiones), contra el ejército regular serbio.

    El papelón de la UNPROFOR en Bosnia no es solo aplicable a esos cuatrocientos soldados holandeses sino a todas las naciones implicadas. A los soldados holandeses los enviaron a una "zona segura" que resultó ser un avispero.

    ResponderEliminar
  3. Podian estudiar en su educacion reglada la historia de un tal "Monterde Maldonado"
    Ya, ya se que siempre fui un facha, pero hay veces que las victimas prefieren que no tengas un rating AAA y si unos huevos XXL

    ResponderEliminar
  4. A mí me bastaría con que en España estudiásemos nuestra propia historia.

    ResponderEliminar