lunes, 27 de mayo de 2013

282. ITF (Inspección Técnica de Finanzas)

Hoy me estaba haciendo algunas preguntas que quiero compartir con vosotros, mis escasos (pero valientes) lectores:

¿Por qué hay una inspección técnica de vehículos, obligatoria para todos los ciudadanos y empresas que poseen un vehículo, y no hay una inspección técnica de las finanzas de los ciudadanos?

¿Por qué hay controles de alcoholemia y no hay controles sobre la "borrachera financiera" que provoca todas las burbujas económicas? ¿Son acaso las consecuencias menos graves?

¿Por qué hay controles de velocidad en carretera y no los hay sobre las personas que pretenden enriquecerse demasiado deprisa, saltándose las normas que deberían regir para todos?

¿Por qué hay que pasar un examen obligatorio para obtener un permiso de conducción que faculta para conducir un vehículo y no se exige formación financiera alguna para contratar un plan de pensiones, una hipoteca o cualquier otro producto financiero?

¿No son acaso las consecuencias de un "accidente financiero" tan graves (hay gente que se suicida por no poder pagar su hipoteca) como las de un accidente de tráfico?

Creo que la administración debería realizar controles periódicos, mínimo cada tres años, sobre las finanzas de los ciudadanos, que se conoceria como ITF (Inspección Técnica de Finanzas) para ayudarles a:

1. Ser conscientes de su situación financiera y de los riesgos que corren.
2. Identificar situaciones de riesgo financiero.
3. Establecer un plan para corregir estas situacions de riesgo
4. Controlar el establecimiento y ejecución de dicho plan.


Esta labor se podría encargar a la Agencia Tributaria. Actualmente, la Agencia Tributaria tiene como casi único fin el establecimiento de controles para asegurarse de que los ciudadanos y las empresas pagan sus impuestos conforme a la legislación vigente. Esto hace que los ciudadanos teman (y en ocasiones, odien) su abnegada labor. Pero si se estableciese una obligación de inspección financiera trianual, (o más frecuente, en casos de riesgo financiero) para todas las empresas y ciudadanos en el sentido que he indicado en el párrafo anterior, se producirían los siguientes beneficios:

1. Los controles periódicos sobre los ciudadanos tendrán el mismo efecto que los controles periódicos de velocidad: por lo menos un poco antes y un poco después del control, el ciudadano haría las cosas conforme a las normas. En ocasiones, la simple seguridad de que tendrás un control hace que mejores tu cumplimiento de la ley.
2. El objetivo de la inspección sería ayudar a los ciudadanos a conseguir su independencia financiera. Su labor, daría un nuevo significado a la progresividad fiscal: en lugar de intentar que los ricos paguen más impuestos, se intentaría hacer que los más pobres obtengan más ingresos. Ya sé que ustedes no me van a creer, pero no hay nada que indique que lo primero sea más fácil que lo segundo. y, además, contribuye a la equidad económica con una eficacia con la que el actual concepto de progresividad fiscal no puede ni soñar.
3. Los ciudadanos verían a los inspectores de la Agencia Tributaria como una especie de "asesores financieros", lo que haría que fuesen bienvenidos. Al fin y al cabo, su labor sería ya no solo la de hacer que pagues dinero, en forma de impuestos, sino la de ayudarte a ganarlo y a conservarlo.
4. El aumento en la eficacia recaudatoria de la Agencia Tributaria por causa de esta reforma, contribuiría a la reducción de la presión fiscal sin merma de la capacidad recaudatoria del Estado.
5. Los ciudadanos serían financieramente menos dependientes de la Administración, que podría concentrar su política social y económica en ayudar a los ciudadanos verdaderamente necesitados, ya que casi todos los ciudadanos podrían valerse por sí mismos.

Esta medida se establecerá, al menos, mientras se reforma la educación para incluir una formación económica, fiscal y financiera mínima como parte imprescindible de la educación infantil básica, pudiendo prolongarse después, si se juzga necesario.

P.D.: En los Países Bajos, existen organismos cuya función es controlar las finanzas de los ciudadanos que tienen dificultades para hacer frente a sus obligaciones de pago. Mi propuesta consiste en extender este control a todos los ciudadanos y con carácter preventivo.

miércoles, 15 de mayo de 2013

281. Adolescentes, ciegos e infantes de marina.

Hoy es uno de esos días en los que soy testigo de acontecimientos interesantes. Me suele pasar cuando camino, voy en bicicleta o utilizo el transporte público. La menor velocidad, en los dos primeros casos, y que no conduzco yo, en el tercero, hacen que pueda prestar atención a lo que me rodea.

Y mira que el mundo es interesante.

A primera hora de la mañana, el carril bici de la carretera de Dribergen está lleno de adolescentes que se dirigen al Instituto Revius y que caminan o circulan en bicicleta en manadas, ocupando todo el ancho del carril, en lugar de solo la parte que corresponde a su dirección.  Solo se apartan cuando se encuentran con los chicos de van Gaal (ver siguiente párrafo), por la cuenta que les tiene. Y como no hay aceras, por el carril bici caminan también los peatones. Y hay peatones normales y hay peatones... especiales.

A las ocho y cuarto de la mañana, sale del cuartel Van Braam Houckgeest de Infantería de Marina, el sargento de instrucción Jan van Gaal (me acabo de inventar el nombre) con su pelotón de comandos de la Unidad de Intervención de Infantería de Marina. Sus soldados, rondando el metro noventa, todos rubios o pelirrojos con la cara enrojecida, salvo uno que es negro, van a trote ligero, cargados con su mochila y su subfusil. Uno se retrasa un poco, parece que cojea. No lo esperan. Al fin y al cabo están en Doorn, no en Afganistán.

Al edificio de Bartimeus, el equivalente holandés de nuestra Organización Nacional de Ciegos, acuden cada día decenas de ciegos (si alguien alguna vez se ha preguntado si no es demasiado que se reserven cuatro asientos en cada autobús para personas minusvaloradas, tenía que haber estado conmigo esta mañana cuando se subieron dieciséis ciegos en una sola parada). Los ciegos también caminan por el carril bici, así que está muy concurrido.

Esta mañana, Sarah Cornelissen (el nombre es supuesto), ciega de nacimiento, caminaba por el carril bici. Es un poco miedosa y nerviosa, por lo que agita el bastón con mucho entusiasmo en todas direcciones. Poco antes de llegar al Instituto Revius se ha cruzado con un rebaño de adolescentes en bicicleta que, en lugar de apartarse para hacerle paso, han seguido su camino y dirección, pasando muy cerca de ella. Entonces la señora se ha asustado, ha empezado a mover el baston en todas direcciones y ha descabalgado de su bicicleta a dos de los muchachos que, por suerte, han caído en la hierba, tras lo cual, ha seguido su camino sin decir ni pío. Algún "ciega estúpida" se ha oído, a lo que no he podido evitar responder con un "ella no puede ver, tú sí. Así que tú tienes que ver por tí y por ella".

Algunos cientos de metros más adelante, se encuentra Sarah con el pelotón de van Gaal. Y Sarah sigue azotando el aire como un aprendiz de espadachín. Y viendo aproximarse a los marines a paso ligero, me quedo observando la escena, preguntándome qué va a pasar.  Y pasa... lo que tenía que pasar. Se oye la recia voz del sargento van Gaal que masculla  unas órdenes para mí ininteligibles (pero evidentemente no para sus soldados)  y el pelotón se divide rápidamente en dos columnas separadas por todo el ancho del carril bici, entre las cuales pasa Sarah sin que haya que lamentar desgracias personales.

De lo cual deduzco que está claro que los soldados holandeses han sido entrenados para prever y evitar el peligro y los adolescentes holandeses no.

Pero todavía hay más. Poco antes de llegar a la escuela de mis hijas, me encuento a un ciego que me pregunta donde está el semáforo para cruzar. Se había despistado y se había pasado casi quinientos metros. ¿Cómo podía estar tan lejos de su camino? Al caminar a su lado hallé la respuesta. ¿Cómo se puede caminar tan deprisa por un camino desconocido y completamente a oscuras? Me ha llevado el medio quilómetro con la lengua fuera.

Y de vuelta a casa, ya más tranquilo, me pongo a pensar lo que tiene que ser una vida en la más completa oscuridad y no puedo evitar sentir admiración por los hombres y mujeres que son capaces de vivir así.

P.D.:

Si alguna vez es necesario presentar argumentos para el uso de la bicicleta, para el respeto a los minusvalorados o para la reinstauración del servicio militar obligatorio, autorizo a que se utilice esta historia.